Gestión estratégica en sistemas abiertos o ecosistemas

Gestionar estratégicamente una organización es algo inherente a las empresas. En un mundo cada vez más competitivo y complejo, no es posible imaginar una organización empresarial que no haya definido objetivos claros, estrategias para alcanzarlos e indicadores que le permitan evaluar su desempeño. 

La práctica y teoría acerca del planeamiento estratégico, los sistemas de evaluación del desempeño, el alineamiento estratégico, entre otros, son comunes en la gestión de empresas y lo son cada vez más en la gestión de organizaciones públicas y sin fines de lucro. Si bien estos tres tipos de organizaciones se pueden beneficiar de la práctica de la gestión estratégica, considero que no hay lugar más importante para la estrategia que en los ecosistemas o sistemas abiertos.

Entendiendo un sistema como un grupo de componentes interdependientes e interconectados que tienen un propósito en común (Meadows 1990), defino un ecosistema como un grupo de organizaciones interdependientes que comparten, de manera consciente o inconsciente, un mismo propósito. Un ecosistema puede ser, por ejemplo, el sistema educativo de una región, el sistema de justicia de un país, la industria gastronómica de una región, un distrito, una ciudad, un país, el sistema emprendedor, el sistema de seguridad ciudadana, etc. Todos estos sistemas tienen, o al menos se espera que lo tengan, un propósito y están conformados por organizaciones que dependen unas de otras para alcanzarlo.

Las organizaciones pueden ser muy eficientes y estratégicas; sin embargo, cuando el propósito es compartido, lo que importa es que sea el sistema en su conjunto y no solo las organizaciones que lo componen. Cuando hablamos de la gestión de ecosistemas, las teorías y herramientas de la administración estratégica moderna se quedan cortas, porque en su mayoría están conceptualizadas para una organización que tiene un líder con personas a su cargo; clientes, productos y servicios; una estructura orgánica con división de tareas y responsabilidades; procesos, infraestructura física y tecnológica; y personas que dependen directamente de la organización.  

En un ecosistema, el liderazgo no es del todo claro, cada actor actúa en beneficio propio y puede incluso no sentirse, ni saberse, parte del sistema. De más está decir que si ni siquiera se concibe el sistema en la mente, es menos probable que exista una visión compartida, estrategias comunes para alcanzarla e indicadores que permitan evaluar su desempeño.

Muchas veces, es la disciplina de las ciencias políticas y el concepto de políticas públicas los que aparecen cuando nos referimos a ecosistemas tradicionalmente públicos, como por ejemplo el sistema de parques de Lima o el sistema de seguridad ciudadana. Sin embargo, su objetivo no es la gestión del sistema, sino la respuesta estructural del gobierno a un problema público y la relación de poder entre los actores. En cuanto a la gestión pública, esta se enfoca en las organizaciones públicas y en los sistemas administrativos del Estado, no particularmente en la gestión del ecosistema.