Este artículo, publicado en 2014 por Thomas Fisher, señala la necesidad de transitar de una manera convencional de crear valor público, a una manera más creativa e integradora. Esta transición implica reconocer que los límites entre lo «público» y «lo privado» son cada vez más borrosos y que, en un era de recursos limitados, la creación de valor público exige abrazar la diversidad, acoger las diferencias y tener en mente perspectivas, aparentemente opuestas, para crear un nivel de cooperación entre múltiples sectores raramente vistos con anterioridad.
El pensamiento integrador implica: (a) una lógica abductiva, la cual cruza continuamente los límites en busca de ideas innovadoras y creativas a través de las conexiones laterales entre ideas aparentemente dispares para crear algo nuevo y mejor del que se tenía antes, (b) analizar los problemas desde múltiples escalas, tanto en el espacio como en el tiempo, para asegurarse de que se ha tenido en cuenta todas las posibles consecuencias de la acción, (c) trabajar en varias escalas a la vez a fin de intentar reducir la probabilidad de resultados no anticipados, (d) un proceso crítico e iterativo que comienza por definir el problema real, que a menudo no es el que se piensa que es, y luego explorar múltiples esquemas, sometiendo el trabajo a una serie de revisiones y críticas antes de su implementación, (e) la organización de equipos de colaboración para lograr un objetivo deseado, ya que permite pensar fuera de los marcos normales en los que se trabaja con la finalidad de concebir una solución innovadora que satisfaga una necesidad de una nueva manera y, finalmente, (f) la estética, la cual solo es visto en términos de apariencia y atracción de las cosas, pero que también representa una forma poderosa de: primero, lidiar con la simplicidad y la complejidad al mismo tiempo y, segundo, de manera integrada, abrazar las diversas opiniones de los demás para encontrar una nueva manera de trabajar con ellos y no en contra de ellos.
Los problemas perversos a menudo requieren cambios de paradigma y enfoques sin precedentes del tipo que el pensamiento integrador propone, ya que la visión “en rayos X” de los pensadores integradores, es capaz de imaginar algo que aún no es visible, lo que se puede aprovechar posteriormente para crear valor. De esta manera, los gobiernos pueden aprovechar las oportunidades para anticiparse a las exigencias ciudadanas y crear servicios, espacios y, sobre todo, valor público antes de que esas demandas lleguen.
Crear valor público cuenta con tres aspectos muy importantes. En primer lugar, trasciende el escenario público, ya que los beneficios que se generan para el público en general demandan varios tipos de asociaciones entre múltiples sectores, sin los cuales muy pocos de los proyectos podrían ocurrir. En segundo lugar, implica dejar que cada sector haga lo que mejor sabe hacer. De esta manera, el sector público proporciona el marco regulatorio y la flexibilidad necesaria para hacer que las cosas sucedan; el sector privado proporciona el capital de inversión y la experiencia para desarrollar proyectos; y el sector sin fines de lucro brinda una atracción institucional y energía creativa para atraer a la gente a un lugar y, finalmente, también implica crear valor privado, ya que estimula el desarrollo privado al lograr mayores ingresos para las empresas pero con una alineación hacia la prosperidad general, lo que trae como resultados mayores ingresos fiscales, mayor empleo y mayor actividad económica.
Generar tal valor en un mundo multisectorial de poder compartido constituye una de las oportunidades más creativas de nuestro tiempo, y nos alienta a hacer una delas preguntas más fundamentales que una sociedad se puede hacer, ¿Cómo podemos cooperar y colaborar para crear un futuro mejor para nosotros mismos? Es una pregunta perfectamente en sintonía con la mentalidad integradora que emerge entre nosotros.
(Continúa)